ROBERTO S. en FERROL (...y más)

   Señores AikiAstures, ya sabíamos que en el desconocimiento se encuentra cierta semilla de felicidad, dicho lo cual, con nuestro errático viaje en falso hacia la comprensión, no hacemos más que sumirnos y profundizar en la frustración; y lo sabíamos.
  Molestando, un poco, al maestro
   Así pues, vayan ustedes preparándose, pues ya no nos tenemos que conformar solamente con el dominio de la técnica, -y ahora viene el nuevo nivel, versión pro, de dificultad-, sino que se amplia el circulo en una práctica intimidantemente relajada, y por semejanza debemos esforzarnos en acompañarla con, el ideal, de una actitud mental pareja.

   ...Y sí,  me voy a permitir explicar las insinuaciones vertidas en el «güasap» del grupo, que tanto atentaron contra el honor sobre mi capacidad orientativa, apelando a aquello de que todos tenemos derecho a una defensa justa, y a la obligación moral a la que todos nos debemos para difundir nuestros conocimientos y, que con ello, desvelar estas situaciones tan anómalas, y para que no vuelvan a repetir jamás.


   Conscientes ya de que nunca se debe de propiciar -Ni ahora que ya somos plenamente conscientes de ello, ni cuando por simple e inconsciente desconocimiento lo hacíamos-, la llamada al despertar de los repugnantes engendros que nos acechan desde tiempos inmemoriales. El horror de la persecución que para nuestra destrucción acecha, detrás de cada instante, nos es vedado en el conocimiento ordinario. Y es por esa causa por lo que nos aconteció cuanto en el viaje de regreso sucedió. En aquel momento tan propicio para el horror, se pronunciaron maquinalmente, como guía de nuestro insano destino, sin darnos ninguno cuenta de ello, ni apreciar peligro alguno, las palabras que jamás se han de pronunciar ni escuchar, durante cualquier viaje, máxime en tierras que nos sean desconocidas, pues no sabemos las desdichas que en ellas nos puede estar esperando.
                                                                               Gallegos y AikiAsturianos
   Una luna llena enfermiza rodeada de una irradiante y pestilente maldad amarillenta. La negrura de la noche así rota por esa tétrica iluminación que apenas dejaba entrever las carreteras secundarias por donde el incierto destino nos iba arrastrando, hacía llenárse el horizonte de nuestra visión de formas grotescas, cambiantes en forma, con los bruscos cambios que la iluminación del coche infringia a los contornos de la carretera. Nosotros nos encontrábamos vulnerables, aun sin saberlo aún, de un destino encerrado en si mismo. Mientras que el sol, alineado en el lugar opuesto de la luna hacia de amplificador del grito desesperado de los repugnantes espíritus primordiales que desde los universos paralelos que nos rodean en todas y cada una de las direcciones existentes en sus mundos, nos susurran en el silencio de la oscuridad, nmientras nosotros, ajenos nos entreteníamos con inocentes conversaciones pueriles. Solo en estos breves instantes de condiciones cambiantes y propiciatorias, estos seres atávicos son capaces de romper los sellos de las puertas interdimensionales lacradas con juramentos de sangre y fuego desde los tiempos de los tiempos en que, ya casi humanos, pero aún de formas grotescamente simiescas, pero capaces de desarrollar fuerzas titánicas, solo posibles reconociéndoles unas capacidades tántricas perdidas ya con el peso del olvido de nuestras sociedades actuales, tan trágicamente tecnolóficas, entrerradas junto con nuestra naturaleza inmaterial: Nuestros ancestros lograron erradicar de forma expeditivamente violenta de la tierra, obligandoles a someterse e internarse más allá de las fronteras multidimensionales que las ciencias actuales no se atreven ni a imaginar.
   Actualmete ya se sabe que a causa de nuestra pérdida de fortaleza psíquica, sustituida por el aumento de la capacidad cranoíntelectual, con el consiguiente aumento de las conexiones eléctricas neuronales que ello implica, nos volvemos más sensibles a las pequeñas variaciones eléctricas de los campos que nos envuelven, y por ende, más vulnerables a las llamadas de estos dioses primigenios. Con sus vibraciones cósmicas -ya reconocidas por el gran Pitágoras en su «Música de las Esferas»-, son capaces de entrar en resonancia con nuestra mente y activar así, lastimermente, nuestra empatia hacia ellos. Pero ¡Pobres de aquellos que se dejan engañar por sus mentiras!, pues si se le permitiese, aunque solo a uno de ellos, cruzar una de las puertas interdemensionales que nos separan, y sirviéndose de estas infaustas tretas, se dejaran atrapar, cayendo en las profundas ensoñaciones mundanas que nos provocan estos seres de maldad infinita, todo el universo contenido en nuestra dimensión espacio-temporal, quedaría postrada y sumisa bajo la fiera dictadura de estos vampiros del holocausto y la bacanal del dolor. Capaces de velarnos la realidad en la que vivimos mostrarnos un mundo virtual apetecible, mientras ellos se alimentan de nuestro odio y nuestro dolor.
Los espíritus del AikiAsturismos pasado, presente y futuro
en perfecto orden de capacidad...capilar
   Cuando esto está apunto de suceder, los humanos así abducidos con sus modulares cantos de sirena, se quedan tan absortos en sus ensueños, que no son capaces de despertarse hasta que las cargas eléctricas de su cerebro dejan de estar en fase resonante, suceso que solo se puede revertir con una suerte natural, cuando se produce una súbita y profunda toma de conciencia aprovechando unas microfisuras aleatorias de acoplamiento cuántico entre las mentes, o, para la desgracia del infectado, cuando se produce el apagón postrero en el fallecimiento, siempre de forma brusca, sorpresiva, al se incapaz de soportar las tremendas demandas de energía psíquica -Que antaño tuvimos a bien poseer-, y que estos seres innombrables requieren para sus intentos de retorno. Volviendo, tras ello, a cerrarse las puertas.

   ...Y es por eso, que de regreso, y ya muy cerca de casa, en tierra franca, llegué a desorientarme y equivocarme al coger el último desvío. No penséis que fue porque estuviese distraído, pensando en mis cosas, o en lo que intentaban comunicarme mis acompañantes de viaje, ajenos en todo momento a la realidad última que nos envolvía; Sino a causa de ellos, que lo habían intentado una vez más. Y de Howard Phillips L.